HISTORIA UNA CUBANA-CANADA
Lola
Esteban Casañas Lostal | |
La primera vez que vino lo hizo acompañada de tres amigas y cenaron animadamente, gastaron el tiempo entre bromas cruzadas y pícaras. Hablaron de hombres con desenfadada obsesión, algo de espanto y preocupación. Decían entre risotadas que eran una especie en peligro de extinción, y los pocos sobrevivientes no deseaban saber de mujeres, nadie quería complicarse la vida. Decían, las soledades se resolvían con la compañía de perros y gatos, damas de compañía o películas tres equis. Las escuchaba en mis frecuentes paseos por la mesa para servirles algo, aunque no era necesario acercarse tampoco, todas sus voces llegaban perfectamente a la barra. Siempre me ha llamado la atención ese vínculo existente entre mujeres y complicación, creo que debo continuar con las dudas, he llegado un poco tarde para averiguarlo. Sin embargo, me gusta escuchar todas las opiniones que invaden nuestro recinto. Los hombres siempre dicen lo mismo, no estoy para complicarme en este país, las mujeres siempre llevan las de ganar, estamos viviendo en una sociedad feminista. Lola le preguntó al camarero si yo era casado y él me dio la luz muy bajito una vez que coincidimos en la barra. Lo hizo mirando para el fregadero mientras yo preparaba la cafetera, tampoco dirigí la mirada hacia la mesa. Comencé a observarla con otros ojos desde aquel instante, buscaba virtudes y defectos externos hasta entonces sin importancia. El muchacho le dijo que sí y que también tenía nietos, pero esos detalles no resultaron importantes a la curiosidad de ella. Varias frases se le escaparon con la intensión de enviarme un mensaje, fueron palabras que solo ella y yo podíamos interpretar, porque sus amigas eran de otros países latinoamericanos, ajenas al doble sentido usado por nosotros con mucha habilidad. Es una mujer madura a la que no se le puede calcular con facilidad la edad, sus arrugas son recientes y pueden controlarse con el uso de cremas y maquillajes, es probable que oculte o disfrace algunas de esa manera. Baja de estatura y con un cuerpo delgado y estilizado. Todo resultaba armonioso en ella y proporcional, nada era exagerado y todo muy bien distribuido. Su cabello era lacio y teñido de oro con rayitos, luego de una visita al baño, regresó con él suelto y le daba a la cintura. Supongo haya sido una acción premeditada de su parte, ella sabe la preferencia de la gente mayor en nuestra tierra por el cabello largo. Sus senos no sobresalían mucho de su pecho, eran pequeños y bastantes firmes en apariencia, una simple deducción al observar que no llevaba ajustadores puestos y se le marcaban perfectamente los pezones. Sus nalgas tampoco eran exageradas y marchaban en el cuerpo indicado, las movía con esa gracia tan particular propia de las cubanas. Lola no había desarrollado ese vientre molesto que nace después de los cuarenta o varios partos, y sus caderitas eran bien definidas, no podía calificarse de guitarra, pero era un simpático violín que despertaría el apetito sexual de cualquier macho. A la semana siguiente regresó sola, esta vez se sentó en la barra y pidió un Mojito. Se mantuvo en silencio varios minutos y observaba todos mis movimientos. Pero ese silencio fue roto pocos minutos después, ella padecía aquella enfermedad extendida en la mayor parte de esta ciudad, y contra la cual, no existe otro tratamiento que no sea la compañía. Yo estaba atento a su ataque, no era la primera vez que ocurría, estaba muy familiarizado con gente deprimida, solitaria y silenciosa que buscan un espacio donde vomitar toda la indigestión de sus penas. -¿De dónde eres? Me preguntó y pude observar que sus ojos eran color café como los míos. -¿Yo?, de La Habana. Recuerdo que me pidió un cenicero, aún no estaba vigente la ley que prohíbe fumar en lugares públicos. -Yo también soy de La Habana. Me contestó mostrando cierta alegría y la comprendo, la mayor parte de los cubanos que pasan por el local son de Varadero, Matanzas, Ciego de Ávila, Holguín y todos los polos turísticos que existen en el país. -¿De qué parte de La Habana eres? -De Párraga. -Que casualidad, yo viví en ese barrio cuando era chama. -¡No me digas! ¿En cuál calle viviste? -Viví en Carlos, donde estaba la Sociedad. -Sí, yo la conozco. Yo vivo en Guasimal, justo a media cuadra de la iglesia. -Vivías Nena, ahora vives en Montreal. -Sí, pero cuando tenga un filo regreso nuevamente. -¿Por qué, te ha ido tan mal? -Es una historia larga, aquí estoy muy sola, allá está toda mi familia. -Eso es cierto, la vida aquí no es tan promiscua como en Cuba, allá saben los vecinos cuando tienes la regla y hasta lo que se cocina en tu casa. Ella tenía deseos de desahogarse y no le negué la oportunidad. Entonces, como si yo fuera su sacerdote, Lola comenzó a narrarme parte de la historia de su vida. Lo hizo sin parar, como aquel muchacho que llevaba varios meses sin hablar español y vivía bien al norte, entre indios y caribúes, yo solo la interrumpí cuando necesitaba preparar algún trago. -Llevo ocho años viviendo en este país, llegué casada con un canadiense del que me enamoré ciegamente. Los primeros meses fueron divinos, pero aquella magia transformó poco a poco mi vida en un infierno. Me tenía casi secuestrada en un pueblo fuera de la ciudad, al norte de Laval. Yo no salía de aquella casa y hasta mis documentos los mantenía escondidos. Por fin pude convencerlo de que me dejara trabajar con él, porque tiene una pequeña compañía para etiquetar ropa, pero nunca me pagó por las horas trabajadas que fueron en muchas oportunidades diez o doce. Yo no sabía lo que era tener una cuenta bancaria, cartas de crédito, etc., y deseaba mandar dinero a mis hijos, tú sabes cómo está la situación en la isla. ¡Nada, absolutamente nada! Yo no podía disponer de recursos que me había ganado honradamente, y lo peor, no hablaba ningún idioma que no fuera español, no conocía la ciudad, y donde vivía no existía servicios de guaguas. -¡Coño! De verdad que caíste con el pie izquierdo en este país. No pude contener los deseos de apoyarla en algo, aunque fuera solamente con palabras. -¿Cómo carajo lo conociste? Ella se llevó el vaso a los labios y me pidió que le agregara otros pedacitos de hielo, yo notaba como se tomaba su tiempo para responder esa pregunta algo molesta para muchos. -Es otra historia que te puede resultar familiar, yo trabajaba en el hotel Tropicoco, ¿sabes cuál es? Es el antiguo Marazul que está en Santa María. Bueno, yo no era una santa tampoco, ni te imaginas como se puso el mantecao cuando el período especial. Para serte sincera, yo tenía ligado a dos, uno era canadiense y el otro italiano. Nunca quise salir del país, yo les propuse invertir en negocios dentro de la isla para administrarlo allá, pero ninguno de los dos aceptó. Te aclaro que no coincidieron en sus viajes, no vayas a pensar que yo andaba jineteando. Como la cosa se puso cada día peor, les dije a mis hijos que saldría para el extranjero y desde allí los ayudaría. Todos aceptaron la idea y a la siguiente visita de Pierre, porque ese es su nombre, le acepté su invitación de matrimonio y venir para acá. -¿Y cuáles fueron las razones de tal separación? La interrumpí nuevamente mientras le cambiaba el cenicero, ya se había fumado tres cigarros casi sin parar. -Que era un tipo loco, estuve comiendo sopas desde que llegué durante tres meses, luego, cuando se emborrachaba la emprendía a golpes conmigo. -Hay muchos casos de violencia familiar en este país. -Dímelo a mí que un día fui a parar a uno de esos albergues de mujeres abusadas. Pero todo tiene un límite en la vida y aquel día me cansé, sin saber nada de francés le toqué la puerta a una vecina y le pedí que me llamara a la policía. Ella no entendía nada y le escribí 911 en un papelito, todo el mundo sabe lo que significa ese número, pero comenzó a interrogarme en su lengua y yo a responder en la mía sin llegar a comprendernos. Le pregunté si hablaba inglés y me contestó que sí, entonces le pedí de favor que llamara a cobrar a mi hermano de New Jersey. Yo le explicaba a mi hermano la situación y luego él conversaba con ella. Al final, la mujer se solidarizó conmigo porque sabía de los antecedentes de Pierre en pasados matrimonios. -¡Coño! Te ganaste la lotería. -La policía llegó y él no estaba, me sugirieron que recogiera todas mis pertenencias y les dije que solo deseaba mis documentos. Por mucho que insistieron no saqué un solo trapo de aquella casa, solo una cafeterita que había traído de Cuba. Los días que pasé en aquel albergue rodeado de mujeres y niños me deprimieron mucho. La llegada de Yurisleidis rompió la fluidez de aquella repentina confesión, hubo silencio mientras yo le preparaba un Cubanito, ambas quedaron frente a frente en aquella barra con forma de U. Noté algo extraño en las miradas intercambiadas, pero como buen árbitro, debía mantener una postura imparcial aunque fuera fingida. Las conocía y no las conocía, no podía ofrecer un veredicto, hacía muy poco que frecuentaban el restaurante. Yurisleidis era de origen oriental, pero no puedo recordar en cuál de sus pueblos había nacido. Siempre le decía a la gente que era de La Habana, pero de vez en cuando se le escapaba una cutara o me sugería que cerrara la llave del agua. Era trigueña y bonita de rostro, sin embargo, su cuerpo algo obeso no la acompañaba y su historia era espectacular. Cuentan las malas lenguas que aquella gordita con rostro y sonrisa casi angelical era la candela, muy fogosa, caliente me dijeron varios clientes que la conocían de atrás. Muy puta, manifestaron aquellos cuyas relaciones con ella eran más familiares. Me dijo uno que la conoció encuera, ella poseía uno de los bollos más lindo del mundo a pesar de su simpática obesidad. Pero aquellos méritos no significan nada, su valentía y arrojo casi temerario, la sitúan entre las mujeres de la isla más destacadas de Montreal y quizás de su antigua república. Ella es de las pocas que ha templado en el baño de un avión de Cubana, y el mérito no radica solamente en aquella relación sexual a bordo de un aparato con gente vigilante que trabaja para el aparato. Expertos en la materia y abundantes entre nosotros los cubanos, no se explican cómo cojones se pudo acomodar esa gordita con el prieto que se la jamó en tan reducido espacio. Porque esa era otra de sus virtudes, ella no entendía de razas o nacionalidades, ella era una puta internacionalista. El marido oficial de la gordita era un árabe bastante pedante, comemierda le decimos en Cuba. Las veces que ha venido acompañándola, he sentido deseos de mandarlo al coño de su madre, ella se ha solidarizado conmigo y me lo ha expresado. ¡No le hagas caso! El asunto es que suelte el varo. Yo la comprendo, pero no es sencillo soportar todas las malcriadeces de ese estúpido gordo de mierda que en la isla le quitarían la merienda. Lo dejo que se haga el duro, que retire un plato, y por supuesto, se lo cobro, durante los raticos que paso por su mesa le aguanto su trova boba. ¡Pero coño! No se imaginan los esfuerzos realizados para controlar se escape ese ¡Tarrúuuuu!, que deseo soltarle en español, aunque se haga el comemierda y me diga que no entiende. El ciclo de ella es parecido al del fenómeno El Niño, no recuerdo si es cada tres o cuatro años. Ella trae a su gordo estúpido cada tres o cuatro tipos diferentes, hace poco pescó a uno de nuestros clientes, al más zonzo. No reincidió y parece que los comentarios sobre su persona se confirman, dicen las malas lenguas que es mala hoja. Yo sabía que no era del calibre de la gordita, ni que ella iba a renunciar a su mina de oro. Total, como me dijo un día, no es tanto sacrificio echarle un palito cada dos semanas a cambio de tantos beneficios. ¡Oye! Ya me conozco la mitad de Europa, me dijo una de sus últimas visitas en ese alarde de ostentación que adolecen la mayor parte de los cubanos. ¡Ño! Debe ser como templarme a la reina Isabel para decir que estuve en el palacio de Buckingham, hay cosas que salen caras, pensé. Lola no escapó de su mutismo esa tarde y decidió marcharse sin terminar de confesarse, yo me quedé con los deseos de profundizar en su historia, pero la vida en un restaurante es así, debes tener buena memoria para ir tejiendo lazos y luego armar un muñeco bautizado con el nombre de cada cliente. Las posibilidades de errores son muchas y puedes cargar parte de la historia de unos en cuerpos equivocados. Se despidió con mucha más familiaridad y me regaló un beso en cada cachete al estilo de aquí, yo la seguí hasta la puerta y mi vista no se apartó de aquellos movimientos provocativos de sus nalgas. -¿Sabes quién es ella? Me preguntó Yurisleidis cuando se cerró la puerta y comprobó que su figura había desaparecido del ventanal del restaurante. -No, esta es su segunda visita. -¡Es la llama!, trabajó conmigo en un hotel de la playa, es zorra como no te puedes imaginar. -No tengo idea, pero resulta una mujer muy tranquila y sociable. -Sociables somos todas, si no lo fuéramos estuviéramos aún en la isla, debes actualizarte. -Es muy probable, pero me resulta sincera, creo que pertenece al mismo equipo que yo. -¿Por qué, viniste casado con una temba? -No, yo soy de los poquísimos que no llegamos casados a este país. -Eres un caso extraño, la mayoría de los que estamos aquí no las ganamos con la de abajo. -Ya lo sé, la defensa está permitida, el lío es escapar, pero hacerlo definitivamente y emprender una nueva vida. Esta parte de mi discurso no le gustó y guardó silencio. Miró su reloj y me dijo que iba para una discoteca latina donde tenía una cita. -¿No vas a ir al concierto de La Charanga Habanera? -No tengo tiempo para esas cosas, además, no me interesan mucho. Ese día pagó con un billete de cincuenta, casi siempre lo hacía con uno de cien, ella disfrutaba con sus alardes. La vi desaparecer de la misma manera que Lola Lola se apareció una semana después y se sentó en la barra nuevamente, me preguntó si podía comer en ese lugar y le respondí afirmativamente, pidió un Mojito y un cenicero. Le brindé fuego cuando sacó su cigarro, aspiró profundamente su primera bocanada y sus ojos se proyectaron directamente a los míos entre el humo expulsado suavemente. Luego, mi vista fue bajando de sus ojos hasta detenerse en sus pechos después de una breve pausa en sus labios. Los de ella realizaron un recorrido más largo, se detuvieron en mis labios y no frenaron hasta mi portañuela. Su mirada era lasciva y me excitaba, era provocadora y lograba una erección. Ella lo sabía, conocía a profundidad nuestras costumbres y no lo ocultaba, solo la sometía a prueba. Se dio cuenta de los efectos resultados y me dirigió una sonrisa cargada de malicia. -Jugamos en el mismo equipo. Me dijo llevándose el vaso a los labios. -Sabes bien que es así, puedes dispararle un cuento a cualquiera de estos chamacos. Al manifestar aquellas palabras dirigí la vista hacia la primera mesa, allí se encontraba el camarero atendiendo unos clientes. A mí no, somos iguales y diferentes para ellos. -Eres la llama, blanco. -No soy nada, soy solo eso, yo. -Eres un cojonúo y lo sabes, ya he averiguado algo, no llegaste gracias a un bollo o un culo. Te tiraste solito y con la ropa puesta en pleno invierno, ¡mírate! -Me miro y no veo la diferencia, somos iguales. -¿Qué tiempo llevas sin ir a Cuba? -¡Bah! ¿Qué pueda interesar ese detalle? -Puede ser importante, yo llevo seis meses sin ir y se me parte el culo por hacerlo. -Pero esa eres tú que puedes regresar, yo borré el casete. En circunstancias como la mía se impone crear una nueva historia, donde hay playas cambiar las arenas por nieves. Tumbar la estrella por una hoja en la bandera, eliminar el triángulo y color azul, desviar el sentido de las líneas y su cantidad. Olvidarte del mango y el aguacate, aunque aquí se consiguen todo el año en el mercado. Solo se necesita voluntad para borrar el pasado y olvidarlo cuando resulta una pesada carga. -¿Qué tiempo llevas sin ir a Cuba? -Llevo quince años y cada día me interesa menos. Viajo con ustedes en cada visita a este restaurante y los conozco mejor. No te equivoques, no los considero a todos iguales, los hay brillantes, pero sabes que son los menos. Es algo que nos persigue a todos los que envejecemos, no reconocemos al hombre nuevo. -Eres bien gusano. -No sé a qué viene eso, soy tal y cual fui en Cuba, en ese aspecto no he cambiado mucho. -Te lo digo porque yo soy comunista. -¿Comunista? Tú ni conoces el significado de esa palabra, me inclino a pensar que eres una verdadera comemierda. -Pero es que el capitalismo no me gusta, me han explotado y no soy feliz. -¿Qué haces aquí, por qué no regresas? Tú tienes la oportunidad de hacerlo. -No he regresado porque estoy construyendo mi casa. -Pero si el capitalismo es tan injusto de acuerdo a tu opinión, lo correcto es que puedas construir esa casa estando allá. -Pero tú sabes cómo está la situación del país. -Pero qué culpa tiene Canadá de eso, este país no te pidió que vinieras, ¿por qué no regresas? -No lo voy a hacer hasta que no logre mi retiro. -¿Por qué no esperas tu retiro en Cuba? Yo mismo, si se produjera un cambio tengo derecho a un retiro en aquel país, dejé trabajados veintisiete años y de acuerdo a la ley son veinticinco. -Pero lo que pagan es una mierda. -Pero no tienes trabajados más de diez años en este país. Entonces, el capitalismo no es tan malo como lo pintan. Dices que eres comunista y vienes a este país en busca del bienestar que te niegan en el tuyo. ¿Estás segura de lo que eres? -Yo he pasado mucha hambre y necesidades en este país. -¡Pinga! En este país nadie se queda desamparado, ese número se lo puedes meter a cualquier chamaco acabado de llegar, pero a mí no. Aquí nadie se queda sin recursos para vivir, al menos para garantizarte un techo y comida diaria, eso lo sabes perfectamente. ¿Existe eso en Cuba, hay ayuda social? ¡No me jodas! Sabes perfectamente que eso no existe en la isla. ¡Ahhh! Pero es muy lindo venir a este país, integrarse a los servicios que ofrece la ayuda social y trabajar por la izquierda. No por gusto la mayoría de los latinoamericanos utilizan esa manera de vivir acá, y con el dinero que le roban al pueblo canadiense, compran propiedades en sus países de origen, ¿estás en la ayuda social? -No lo estoy, yo mantengo dos trabajos y ayudo a mi familia de esa manera, con muchos sacrificios. ¿Te acuerdas de la gordita que estuvo hace una semana sentada en aquella butaca? -No tengo ideas de lo que hablas. -¡Chico! Una gordita que se sentó la última vez que vine en aquella butaca y estaba vestida de negro. -¡Ahhh! Sí, ya recuerdo, la que pidió un Cubanito. Fingí recuperar la memoria y ella se alegró. -Bueno como te he agarrado aprecio voy a ponerte la buena, no confíes en esa gorda de mierda, es la trampa y trabajó conmigo en el hotel Marazul. -¡No te creo! Tan buena que parece la chamaca. -¿Buena? Esa se singa a malanga y al puesto de vianda. -¿Tanto así? Me tienes asustado. ¡Ná! Le corto el agua y la luz, no hace falta más. -Tú haces lo que quieras, yo solo te paso la luz porque veo que eres diferente a los demás. -¿Diferente en qué, mamasita? -No le hagas coco a estas palabras de una temba, ¿sabes una cosa?, hoy es mi cumpleaños. -¿Y cuántos cumples? -Cumplo cuarenta y cinco. -Estás bien conservada, debes ser un buen palo, bueno, me imagino. -No te equivocas, pienso que eres lo mismo. Estos chamas de hoy no saben lo que es bueno. -¿Por qué lo dices? -Por una pila de cosas raras que han puesto de moda, como esa de afeitarse. -Y tú, ¿lo tienes peludo todavía? -Por supuesto, yo soy criada a la antigua, ¿no te gusta? -Detesto los bollos pelones, me gusta todo natural. -Así lo tengo yo, papito, bien peludito. -Pero me hace falta comprobarlo, no es así tampoco de que me vendas gato por liebre. -Te lo garantizo, yo no me afeito. -¿Sabes una cosa? Entre nosotros sobran las palabras, tú sabes que somos locos. ¿Por qué no tocamos arrebato? -¿Arrebato? -¡Sí, chica! Te tumbo sobre cualquiera de esas mesas, me siento en la punta de ellas y que tus piernas descansen sobre mis hombros, ya sabes. En vivo y directosobre tu pelona, metido de cabeza en las profundidades de tus sentimientos. -Pero eso no es así, justificación suficiente para inclinarme por los quebecois. -¿Cuál es la diferencia? -Que conmigo deben pagar un buen hotel. -¡Coño, fiera! No vengas a venderte tan cara. Un palo es un palo, y cuando es bueno no importa donde se eche. No vengas con esos numeritos, tú sabes que hace un millón de años que en Cuba no hay posadas y ustedes no pueden entrar a los hoteles. Se hizo la sorda y pidió un menú. -Como quiera que sea, me gustan los hoteles. -Pero es que yo no voy a pagar doscientos dólares por echarte un palo. ¡Cojones! Hay moteles muy buenos en esta ciudad. -¿Moteles? -Sí, chica, posadas. -¿Posadas? Yo vine de muy lejos para que vengan a meterme en una posada. -¡Mira! No seas estúpida, nada que ver con las posadas que existieron en Cuba. -¡Ná! Pero el que quiera agarrarme el culo se la tiene que gastar en un hotel. -¡Mira! Con todos mis respetos, te metes el bollo por el culo. No vengas ahora a venderte de finísima cuando en el patio no había ni donde lavarse el culo. ¡Dale pa'la pinga! Tú sabes que tienes más cañonazos que el Morro pa'que te vengas a vender tan caro, no me jodas. -¿Sabes una cosa? Te voy a enseñar algo pa'que veas que lo mío no es alarde. -¿Cuándo? -Cuando se me ocurra, no me presiones, yo soy así. -¿Qué me vas a enseñar, el bollo? -No insistas, será cuando yo quiera, tú no me conoces. Lola era una puta especial, no era una simple jinetera que se vendía al mejor postor, ella sabía el precio que tenían las antigüedades. Sin percatarnos, retrocedíamos en el tiempo y utilizábamos un lenguaje soez para muchos, natural para nosotros. Emprendimos un corto viaje por las aceras apestosas de un mundo oscuro y sucio, andábamos sin darnos cuenta por la acera del Two Brothers para bebernos una perga en aquella cochina piloto donde reunía a todos los delincuentes de La Habana Vieja. Pintábamos ese amor escondido entre piernas con palabras utilizadas dentro de nuestra más baja realeza. Lola no se ofendía, no solo eso, no exigió una sola palabra tierna casi olvidada en nuestro vocabulario. Ternura y delicadeza eran sinónimos de mariconería en aquel submundo donde una vez coincidimos. Ese día comió una ración de Ropa Vieja con arroz y frijoles negros, no bebió más. Calculó la altura del mueble donde se encuentra la caja, comprobó que sirviera para bloquear intrusas miradas. Se inclinó y se bajó el baja y chupa que cubría sus pechos, ante mi vista quedaron unos pequeños senos, unas deliciosas tetas que cabían perfectamente en mi cavidad bucal. -Eso es para que veas por qué hay que pagar un hotel. Me dijo bajito y sonriente casi al oído. -Si supieras, es la cuarta vez que me muestran las tetas en este restaurante, las tuyas son hermosas a pesar de su reducido tamaño, pero no provocarán mis desvelos, te lo aseguro. Ese día se movió con más soltura cuando se dirigía a la puerta. Yurisleidis se sentó en la barra acompañada de un prieto ya conocido, repitió el Cubanito de siempre y el tipo pidió una cerveza. Ambos pidieron Rabo Encendido acompañado de moros y cristianos con tostones, minutos después les coloqué una cestita con pan y mantequilla. Sus ojeras le llegaban casi a la barbilla, o andaba con la regla, o había terminado de templar, fueron mis criollas conclusiones, me inclinaba por la segunda como buen cubano. -¿Lola no ha estado por aquí? Preguntó ella mientras untaba su pan con la mantequilla. -Hace solo unos minutos que partió. -¡Qué casualidad! Es como si estuviéramos de acuerdo para venir al restaurante. -Puras coincidencias, ha sucedido con otras personas. -¿Ya te habló de sus hijos? -No hemos tocado el tema aún. -Pues prepárate, vas a sufrir y llorar con ella, su drama es patético y debes sufrirlo si deseas ser su amigo. -¿Tanto? -Como te lo cuento, la misma historia y lloriqueo del bloqueo, interminable. Es un arrastre que va llevando por todos los lugares que pasa. -¿Y tú los conoces? -¿A quiénes? -A sus hijos. -Por supuesto, una manga de chulos que están acabando con su vida, pero esa historia no comienza aquí, viene desde allá. -No te creo. -No me creas si no quieres, pero la historia te llegará de su propia boca. Una manga de mamones que la explotan despiadadamente, y hay algo peor. -¿Algo peor aún? Debe ser terrible llevar una vida así. -No digo yo si es peor, ella no es la verdadera madre de esos muchachos. Lola nunca ha podido parir porque la vaciaron. -No te creo, ¿de quién son esos hijos de los que ella habla? -De su hermana, los abandonó a su suerte y Lola los adoptó. Ella en el fondo tiene buenos sentimientos, pero aquellos, aquellos son una banda de pirañas que le chupan la vida poco a poco. Siento pena por ella, eso no es vida, no es justo, no debe ser así, no puede ser tan comemierda. -Me has dejado tieso, ¡pobre mujer!, y con el cuerpecito tan lindo que tiene. -¡Claro! Si no ha parido nunca. ¡Despierta, mijo!, estás en la luna. -De truco, cualquiera se va con cualquier bola, curva o recta, quién pudiera ser adivino. -Ese es el lío, Amanda no alcanza para todos nosotros, somos trucos vestidos de personas. Ese día cerramos temprano, mucho antes de lo anunciado en el horario de nuestra puerta, Yurisleidis y su prieto de turno fueron los últimos clientes. Nadie puede calcular los efectos o influencia que ejercen todos esos contactos diarios en nuestras vidas. Es como un exorcismo, luego de dejar sus cargas negativas parten un poco más tranquilos, solo que aquellas penas viajan en el ambiente y se infiltran en nuestras mentes. Mientras conduzco más de veinte kilómetros para regresar a casa pienso mucho, tanto, que trato de regresar a mi lugar y disminuyo la velocidad. Lola se demoró un poco más en regresar, ya estaba vigente la ley que prohíbe fumar dentro del restaurante. Ese día pidió una Margarita y no me sorprendió, sin embargo, me llamó la atención el silencio guardado durante más de media hora. Salí a fumarme un cigarrillo y me propuse no presionarla ese día, nadie sabe las cosas que se guardan en el alma y que desean mantenerse escondidas. Poco rato después la tuve a mi lado, se sentó en el canto del ventanal y le ofrecí fuego, ella continuó callada. Si no decía algo reventaba, esas fueron mis conclusiones cuando la observé tan deprimida y me propuse ayudarla. -¿Tienes problemas? Se demoró en contestarme, cuando al fin se sintió vencida me miró a la cara y vi dos grandes lágrimas corriendo cuesta abajo. -¡Mira cómo tengo las manos! Me mostró unos dedos inflamados y llenos de arañazos. -Dan pena, me imagino el trabajo que estás pasando. -Si fuera solo eso, estoy trabajando unas catorce horas diarias. -¿Y no crees que debas dedicarte un poco a ti? Nosotros no podemos arreglar el mundo. -Creo que estoy al darme por vencida. -¿Qué te pasó ahora? -Nada y mucho, ya no alcanzo para todo. -Te van a enterrar, y lo más jodido, cuando eso suceda la vida continuará y tú, querida amiga, serás condenada al olvido. Vivimos en un mundo con muy mala memoria, recuerda estas palabras. -Estoy cansada, me faltan las fuerzas para continuar luchando. -Si quieres no me cuentes tus problemas, pero no es nada agradable ahogarse con ellos, suelta lo que tengas adentro. -Mi hija, resulta que me estuvo ocultando que está preñada, ¿te imaginas? -Claro que lo imagino, sumarle a los gastos de manutención de la tribu y construcción de la casa, la de una inesperada canastilla y un nieto que llega de sorpresa. -Lo jodido es que el tipo la abandonó cuando supo de su embarazo. -Yo te entiendo, pero te digo una cosa, ellos te van a enterrar, ¡mírate!, solo inspiras lástima a pesar de ser una mujer tan bella. ¿Quién va a cargar contigo cuando sepa tu historia? ¡Nadie Lola! Debe amarte mucho para asumir toda esa carga que llevas contigo. ¿Quieres un consejo? -¿Qué pudieras decirme que me alivie algo? -Poco y de mucho significado, tal vez te aferres a no comprenderlo. Si quieres sobrevivir más allá de cinco años, trata de ir cortando ese cordón umbilical que te amarra a tu gente. ¡Disminuye los envíos, coño! Estás matándote para mantener a una pandilla de parásitos. Yo sé que te caerán mal estas palabras, pero no dejan de ser la verdad. Cuando no existas, ¿de qué cojones van a vivir?, saca esa cuenta. Ellos van a acomodar sus vidas a las nuevas circunstancias y tratarán de sobrevivir, pero ahora, ahora te están enterrando en vida. ¡Acaba de comprenderlo! -Yo sé que tienes razón, pero ponte en mi lugar. Y tuve deseos de hacerlo y cantarle las cuarenta para que abriera un poco los ojos. -Ya me puse cuando te dije estas cosas, más allá no puedo ir, sería luchar en contra de tus sentimientos. -Los otros días mandé un paquete, ¿y qué crees?, mi madre protestando porque no le gustaban los zapatos. Solo le dije que los vendiera y se comprara otros en la shoping. -¡Tumba los paquetes! Manda dinero para que compren comida y envíales medicina, los estás ayudando a vivir y no pueden acusarte de haberlos abandonado. ¿Los lujos? Que den el culo para lucharlos. Apagamos los cigarrillos y entramos nuevamente al restaurante. Lola no estaba tan alegre como otras veces, pero al menos se encontraba un poquito más animada que al entrar. Minutos después entró un muchacho que es pintor y cliente familiar de la casa. Joel es una tropa de dicharachos, casi siempre llega a la casa luego de dispararse la mitad de un rifle. Dice estar sumamente hambriento y pide comida para un ejército, más de la mitad de ella queda sin tocar en su plato. Cuando tiene buenas ventas de cuadros, no escatima y él solo consume lo que harían tres mesas de parejas, es cardiaco a la langosta Varadero, al vino más caro, y los Cuba Libre se los toma con doble ración de añejo. Entre todas las locuras que conversamos siempre existe algo coherente, ese día llegó bastante alegre. -¡Compadre! Mi mujer siempre me dice que te cuente que soy un comemierda riéndome cuando leo tus cosas. -Así me pasa a mí cuando veo tus cuadros, son tan, pero tan abstractos, que no entiendo ni cojones y me río como un idiota. -¡Ven acá, consorte! No sé si te habrá pasado lo mismo, hace una semana mandé unos cuadros a una galería en España. ¡Qué te cuento! Le dije a un socio, estos cuadros los van a regresar y nadie los comprará. ¿Quieres que te diga una cosa? Compraron los que yo tenía en aquella lista y me regresaron los de más calidad. ¿Te ha pasado con los escritos? -Pues mira que sí, eso ocurre con frecuencia, cuando menos lo espero se me inunda el correo con la aceptación de algo que consideraba una pérdida de tiempo. El gusto del público es así, indescifrable. -¿Y el compañero es pintor? -¿Compañero? ¡Jajajajajajaja! La señora está perdida en el llano o llegó ayer de la luna, ¿compañero? -No le hagas caso, todavía no se ha desintoxicado. -¿Saben qué fecha es hoy? Preguntó Lola, Joel y yo nos miramos sorprendidos. -¡Noooo! Respondimos casi al mismo tiempo. -Pues hoy es 28 de Septiembre, día de los Comités y si yo estuviera en Cuba iba a la caldosa de mi cuadra. -Esta mujer está loca, no sabe lo que dice. Dijo Joel en voz alta y algunos de los clientes que estaban en las mesas giraron sus cabezas hacia la barra. -¡Compañero! Yo si sé lo que digo. Saltó Lola como una fiera. -¿Sabe usted de matemáticas? Le preguntó Joel. -Bueno, terminé la secundaria. -El orden de los factores no altera el producto, eso usted lo sabe. -¡Claro! Dos más cuatro es igual a seis. Lo mismo es cuatro más dos, da seis igual. Contestó ella. -Pero en el caso cubano no tiene aplicación ese teorema. Si usted come pan caga mierda, pero si come mierda no va a cagar un pan. ¿Me comprendió? -Pero si come mierda va a cagar mierda. Entonces si tiene aplicación a nuestro caso. -Y es precisamente a ese punto de las matemáticas donde deseaba llevarla, ¡compañera! Aquella última palabra le salió premiada con todo el cinismo del mundo. -O sea, hemos estado cuarenta y siete años comiendo de lo que pica el pollo y usted no acaba de darse cuenta. -Pues yo la paso muy bien en esa fiesta y trato de ir cada año. Ayer mismo, mi gente estaba muy contenta porque le dieron una ollita arrocera. -Jijijiji, así que contentos por una ollita, ¡coño!, cuarenta y siete años para llegar a esa mierda. Necesitan otro siglo para ponerse a tono con el mundo. Le respondió con ironía Joel. -La ollita solamente, no. También les dieron un calentador de agua. -¡Chica, qué ridícula eres! ¿Qué haces aquí? Ella alegó ser demasiado tarde y pidió su cuenta. Lola partió contando las hojas caídas a su paso, las olas que pasaron y nunca regresaron, las que murieron en cualquier costa con un sonido extraño. Deletreando el verbo sin acción por una letra perdida, sin un solo gesto para ejecutarlo. Queriendo contar los huesos extraviados en cada exhumación y que luego aparecieran en altares oscuros, ocultos dentro soperas secas. Ajenos al llanto del pariente y jubilosos por el toque de un tambor, fumando en su muerte un habano con aliento fuerte de aguardiente. Ella desea encontrar el nido de sus gemidos o llantos, la imagen del semen perdido, la persecución de un óvulo por tantos espermatozoides confundidos, la foto de sus ovarios, el bisturí asesino que castrara tantos güevos humanos. Trata encontrar a la guitarra que un día asesinó al arpa y convirtió sus notas de amor en himnos de guerra, desfiguró al ángel para convertirlo en miliciana, puta, compañera, y luego en jinetera. Joel se quedó tranquilo un rato, un reducido espacio de tiempo, pensando. Deseando encontrar al profesor que confundió al mango con la manzana, y descubrió que Eva no lo era, y que Adán es transformista, y para entrar al paraíso hay que pagar su boleta, y que Dios no fue crucificado, viaja en Papa móvil con aire acondicionado, o vestido con uniforme verde como cualquier papagayo. Busca al macho furibundo que una vez existiera, a la hembra histérica e insaciable, al sesenta y nueve que no existe en las tablas aritméticas, y al soy inconsecuente cuando no se es nadie. Hurga entre la nieve buscando un plantón de caña, colores que necesita para pintar un trapo que mostrará en mil batallas. Notas congeladas para componer un himno, y un sol que alumbre para resfriar el miedo ejercido profesionalmente con adjetivos que riman poéticamente, literariamente, culturalmente, intelectualmente. Procura la prosa perfecta que destruya al valiente y encubre al cobarde en la nube de su discurso. Donde se confundan putas y patria, pobres y miserables, cornudos y militantes, intelectuales con fantasmas de hombres, delatores convertidos en héroes, revolucionarios en maricones y viceversa. Un día terminará de pintar ese cuadro. Lola murió de un infarto y nadie la conocía, solo su soledad. Nadie reclamó sus despojos y al despedirse la casa no se había terminado, faltaba resanar las paredes para luego darle el fino, las losas del piso, el azulejo de la cocina y los marcos de las ventanas. Sus fuerzas llegaron para enviar la canastilla y un par de zapatos nuevos a su madre. Su celular continúa sonando y nadie contesta, el próximo día diez se vence el plazo de su pago. | |
Jueves, 07 de Diciembre del 2006 |
Opinión |
Opinión al Nuevo Herald |
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