HISTORIA DE UN AMOR FRUSTRADO

Monday, November 19, 2007

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Culotte V Perdiendo mi virginidad.

Aquel último año llegó un chaval nuevo al colegio, se llamaba Manolo y trabaja en la cantina del módulo de las chicas, lo que por entonces no podía imaginar, era que mi primera vez sería con él.

Manolo había sido contratado como ayudante en la cantina del pabellón de las chicas. Manolo, no era ni muy guapo, ni muy macizo, ni muy alto, ni ningún galán, pero era lo mejor que había en el colegio. Resulta que Manolo, conocedor de su posición de macho dominante, no vacilaba en piropear y halagar al rebaño de adolescentes en celo, siempre atento a no ser observado por los Esculapios. A mi, que era muy inocente, me cameló muy bien. Siempre que acudía a la cantina, me regalaba alguno de sus mejores piropos o me daba bajo mano una piruleta, y lo de siempre, que si qué guapa estás hoy, que bien te sienta ese peinado, etc. y claro, yo, que por esa estaba un poquito acomplejada, ya que por aquella época me habían puesto gafas, me dejaba seducir por él.

Un día tuve una discusión en clase con unas chicas que al parecer habían oído rumores de lo que había hecho en aquel rincón del patio con algunos chicos. Yo me empeñe en desmentirlo y fue tanto el empeño que la cosa acabó con insultos y yo castigada después de clase aunque con el consuelo de que sus amigas no habían delatado mi pecado a los Padres.

Fue al terminar el castigo y saliendo del colegio cuando me encontré con Manolo, que terminaba de limpiar la cantina, Manolo como siempre comenzó a halagarme con una gran colección de piropos, yo le seguía el juego y me dejaba seducir, como casi siempre, por él. Entonces Manolo me cogió de la mano y sin pensárselo dos veces, me llevó a un sótano que había en el colegio en el que almacenaban viejo mobiliario escolar en desuso y algunos trastos, sin mediar palabra, me sentó en una mesa llena de polvo, me subió la falda y me quitó las braguitas, yo apenas tuve tiempo de reaccionar y cuando vine a darme cuenta de lo que estaba pasando ya tenía la cabeza de Manolo entre mis piernas. Desde luego que para Manolo era un auténtico bombón, una niña virgen, inocente y fácil de engañar.

Sin duda era algo realmente delicioso, era la primera vez que me comían el coño, y aunque quería terminar con aquella situación inesperada, el placer que sentía me impulsaba a tener con mis manos la cabeza de Manolo prieta entre mis piernas. La respiración entrecortada, continuos jadeos, al final me llegó el orgasmo, increíble, no podía creerlo sólo con la lengua, sin apenas recuperarme de aquello, Manolo se bajó los pantalones, no es que no pudiera decirle que no, es que no quería decirle que no, quería que me follase igual de bien que me había comido el coño. Manolo como siempre, parco en palabras comenzó a follarme y pronto llegué a otro orgasmo, después, sin ni siquiera un beso nos despedimos.

Al día siguiente me sentía avergonzada y evitaba a toda costa entrar en la cantina, aunque en el fondo deseaba repetir la experiencia del sótano. Aunque en principio se pudiera pensar que Manolo atropelladamente quiso abusar de mi, os confieso que en realidad fue totalmente consentido aunque ciertamente inesperado. Después de aquello apenas cruzamos unas palabras, unos meses después Manolo encontró otro trabajo y nunca más lo volvería a tener una relación con él, sin embargo en mi memoria lo recuerdo como el primero que me folló, desvirgándome a mis 14 añitos con su lengua y después con su polla.

Bueno y así fue mi primera vez, a veces pienso que desearía que hubiese sido de otra manera, pero claro la primera vez siempre es imprevisible. Por aquel entonces pensaba que ya conocía todo sobre el sexo y sin embargo estaba comenzando a conocer lo que se convertiría en una verdadera pasión para mí.

Culotte IV



Debería estar avergonzada de lo que hoy voy a contar, pero la verdad es que en su momento me lo tomé como un juego y no me arrepiento de nada, además somos muchas las que fantaseamos con prostituirnos. Aquí os cuento como lo que empezó como un juego inocente me convirtió en una auténtica puta.


Tras aquel verano en el que me aventuré en el terreno de la masturbación volví a comenzar el colegio, ahora ya con catorce añitos, recuerdo aquel Septiembre con una gran tristeza, ya que sabía que Javier había salido del colegio para ir al Instituto.


Volver a la escuela suponía recordar aquellos recreos con Javier, aunque ya habían pasado unos meses, para mí todavía estaba muy reciente y sin apenas esfuerzo podía recordar sus manos sobre mi cuerpo. Los inevitables recuerdos me llevaban cada mañana durante el recreo a nuestro rincón oculto de la valla donde nuestros cuerpos y nuestras mentes conectaban.


Recuerdo todos aquellos recreos durante el primer mes, triste y sola, cada mañana junto a la valla añorando a mi amado Javier, hasta que un día, un balón llegó rodando al otro lado de la valla y poco después apareció un niño, que me descubrió y junto a mí, el escondite secreto donde me encontraba con Javier. Quizá porque me vio un poco triste, el niño se preocupó por mí, yo le agradecí su atención y sonó el timbré que anunciaba el final de nuestro tiempo de ocio.


Al día siguiente, para mi sorpresa, al llegar a mi escondite, aquel niño estaba esperándome al otro lado de la valla y comenzó a hablar conmigo, me pareció simpático y continué hablando. Al día siguiente volví a encontrármelo y continuamos con nuestras charlas. Aquel chico se llamaba Raúl, tenía 15 años, era muy simpático y no podía ocultar, por más que lo disimulara, que yo le gustaba. Sin embargo, yo todavía estaba colada por Javier.


Nos veíamos a diario, en todos los recreos, y pasado un tiempo había hecho que me olvidara de Javier, para pasar aquella medio hora de ocio, contando chistes, gastando bromas y sin para de reírnos. Pero una vez ganada mi confianza, Raúl, comenzó a insinuarme que le gustaba y que quería enrollarse conmigo, no quería nada serio, sólo un rollito a través, de la valla. Para mí, lo de Javier era muy reciente, y había sido "mi primer amor" por lo que aquello me parecía una traición hacia mí amado a pesar que ya apenas pensaba en él.


Raúl insistía cada mañana y en cierta manera me daba pena, pero me resistía, había días en los que sólo me pedía un beso, era algo insignificante, pero yo me negaba, ya que mi ingenuidad me hacía pensar que Javier me estaría esperando en algún sitio. Así pasaban las mañanas hasta que una, de repente, Raúl sacó veinte duros del bolsillo y me los ofreció a cambio de un beso, yo me quedé parada observando su mano tendida con aquella moneda, que seguramente era el dinero que su madre le había dado para el almuerzo. Lo miré fijamente a los ojos y le dije que no. Me volví y salí corriendo de allí, en realidad debería haberme ofendido, pero para mi sorpresa, aquello me excitó, y bastante. Era tal la atracción que ejercía sobre aquel niño, que estaba dispuesto incluso a pagarme, el dinero me daba igual, pero he de reconocer que aquello me hacía sentir de algún modo admirada por alguien y además me hacía sentir como una auténtica puta y eso era lo que ponía cachonda.


Al día siguiente, volví a mi escondite y allí estaba Raúl, la verdad es que estaba deseando besarlo, Raúl comenzó a disculparse pero lo interrumpí tendiendo mi mano para coger aquella moneda. Él, perplejo metió su mano al bolsillo y me dio su moneda, entonces me acerqué y volví a besarlo, al principio, no me gustó, era una sensación rara, quizá tenía muy recientes los besos de Javier, pero poco a poco comenzó a gustarme.


Aquello me gustó y lo repetí tantas veces como Raúl tuvo dinero para pagarme, cada día me gustaba más aquel chico y esa relación y comenzábamos a tener, pero el me pedía cada día cosas nuevas, y yo le subía el precio, me gustaba ser tan puta y tener el mando de la situación, mostrarle las braguitas costaba doscientas pesetas y el pobre tenía que quedarse dos días sin almuerzo para poder contemplar mis encantos. Me estaba prostituyendo, era una auténtica prostituta, pero no lo hacía por el dinero, lo de ser puta para mi era un juego que me divertía y me excitaba a un tiempo. Me gustaba marcar las reglas del juego y hacer sufrir un poquito a Raúl a la vez que me sentía halagada por las cosas a las que estaba dispuesto a hacer mi nuevo amante por mí.


Raúl seguía pidiendo cosas, recuerdo que otro día le enseñé las tetas por quinientas pesetas, y a cada cosa nueva yo le subía el precio, pero ya por entonces me gustaba ese chico, y lo que había empezado como un juego me estaba cansando. Una mañana me pidió que le enseñase el chocho, yo acepté a cambio de cinco mil pesetas, era mucho dinero para un niño de quince años en aquella época, pero quería probar por última vez hasta donde era capaz de llegar para después dejar de jugar a ser su puta.


Para mi sorpresa, a la mañana siguiente al llegar al escondite Raúl no estaba sólo, había otro chico con él, me dijo que no había podido reunir el dinero y que si yo aceptaba que su amigo participara. Aquello me puso cachondísima, y sin pensarlo mucho acepté. Los tres chicos sacaron el dinero de sus bolsillos y lo tendieron a través de la valla. Yo lo acepté y comencé a bailar frente a ellos a la vez que comenzaba a subir mi faldita para mostrarles mis encantos, comencé a calentarlos poniéndome de espaldas, subiendo mi falda y bajando lentamente mis braguitas, después me giré y comencé a mostrarles mi coñito, ellos me observaban con miradas libidinosas, el baile debería terminar ahí, pero ellos me animaron a acercarme más y más a la valla, yo, sin ningún temor me acerqué y Raúl me agarró de la cintura con una mano, apretándome fuerte contra la valla, mientras que con la otra subía lentamente hasta llegar a mis pechos, mientras, el otro intentaba estirar el máximo posible su brazo a través de la valla para meter su mano bajo mi falda. Aunque me hubiese bastado con un fuerte tirón para dejar a los dos chicos al otro lado de la valla y poder escapar, la excitación que me provocaban esas manos recorriendo lo más íntimo de mi cuerpo me lo impedía. En un instante Raúl me giró y comenzó a besarme la boca, su lengua comenzó a recorrer mi cuello hasta terminar en mis pezones, que ya estaban durísimos, y sobre los que dibujaba círculos y daba pequeños mordiscos. El otro chico agachado no dejaba de sobarme los muslos y el culo con sus manos, como pudo se hizo un hueco entre las piernas de Raúl, con sus manos sobre mi culo me apretó contra la valla hasta que comencé a sentir su lengua sobre mi coño, tratando de hacerse un sitio entre mis labios, estaba totalmente mojada. Después Raúl bajó una de sus manos y comenzó a acariciarme el coño, entonces el otro chico me sobaba las tetas, Raúl no se cortó y me metió dos dedos, yo me agarraba tan fuerte como podía a la valla, notaba poco a poco como mi orgasmo se avecinaba, entonces Raúl metió otro dedo más, notaba como su mano se deslizaba dentro de mi chocho y en cada movimiento un leve jadeo escapaba de mi boca hasta que finalmente llegué al orgasmo, en el que de no estar bien sujeta a la valla habría caído al suelo. De pronto Raúl sacó su polla del pantalón y me dijo que se la chupase, me agaché y me la metí en la boca, entonces el otro chico, desabrochó su pantalón, poniendo su verga frente a mis ojos, la agarré con la otra mano, y en la medida que podía las alternaba, finalmente las metí las dos en la boca. Entonces les pedí por favor que no se corrieran en mi boca, entonces me pidieron correrse sobre mi culo, así que me levanté, levanté mi falda, y acerqué mi culito a sus pollas tanto como pude, los dos chicos comenzaron a pajearse hasta correrse sobre mí.


Después de aquello, le di por entendido a Raúl que aquel juego había terminado, le devolví gran parte del dinero, le pedí perdón y le dije que sentía algo especial por él y que si quería empezar otro tipo de relación. Pero él pasó de mí, me veía como una puta y ya no quería saber nada de mí. Aquello me sentó fatal y jamás volví a mi escondite. No tuve más remedio que aprender de mi error y desde aquel momento decidí no mezclar el amor con el sexo.
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Culotte III



Al otro lado de la puerta

Aquel verano me tenía reservadas más sorpresas. Una noche mis padres salieron a cenar, mi hermano aprovechó para llevar a una chica a casa, cuando creyeron que estaba dormida, se metieron en su habitación. La curiosidad me mataba y sigilosamente me acerqué para, escondida en la oscuridad, observarlos desde el otro lado de la puerta. Era la típica noche de verano en Almería, calurosa y húmeda. Mi madre y Raúl, su pareja, decidieron salir a cenar pescadito frito en alguna terraza. Mi hermano Pedro, que sabía, que volverían tarde, pues mis padres aprovecharían para salir después y tomar unas copas, llamó por teléfono a una chica, que en un cuarto de hora se presentó en mi casa. Mi hermano es muy guapo, tiene mal genio, pero muy guapo y siempre había triunfado con las chicas, aquella era una más. Cuando llegó nos sentamos los tres en el sofá a ver en la tele uno de esos aburridos programas típicos del verano, yo ya intuía a que había ido aquella chica, no quería joderle el plan a mi hermano, así que fingí que tenía sueño y me fui a la cama. Mi hermano continuó viendo la tele, imagino que asegurándose que estuviera totalmente dormida, pero yo, al contrario permanecía bien despierta, sabía para que había llevado Pedro a esa chica y sólo pensarlo no me dejaba conciliar el sueño. Al cabo de media hora la televisión se apagó y muy sigilosamente se dirigieron a la habitación contigua a la mía que era la de mi hermano. Yo permanecía en mi cama imaginando que podrían estar haciendo y sólo con pensarlo comenzaba a ponerme cachonda. Podía oír el ruido del somier y algunos susurros ininteligibles. Mi curiosidad aumentaba a la vez que mi excitación así que no aguante mucho más acostada y me levanté con sigilo y me dirigí hacia el pasillo. Con aquella noche tan calurosa, mi hermano, había dejado la puerta entreabierta con la intención de que la corriente atenuara el calor. Yo me acerqué y aprovechando el amparo de la oscuridad asomé mi mirada curiosa y me convertí por primera vez en una voyeur. Con la luz apagada sólo podía ver los dos cuerpos desnudos iluminados por la suave luz de las farolas que penetraban a través de la ventana. Mi hermano en vaqueros y aquella chica con un tanga blanco y un top del mismo color sobre él, besándose muy apasionadamente. Aquella luz hacía de aquella escena algo bucólico y me parecían dos enamorados bajo la luz de la luna. Mi hermano suavemente comenzó a desnudar a la chica, primero, quitando su top, que dejó al descubierto unas preciosas tetas, que sin dudar ni un ápice comenzó a chupar, sus pezones se volvieron duros como piedras al tiempo que un prolongado suspiro escapaba de su boca. Mi hermano seguía besando aquellas tetas y muy despacito comenzó a bajar a hasta llegar a su vientre que desnudó delicadamente deslizando su tanga por sus piernas. Su coñito, bien depilado, parecía estar ya mojado. Al tiempo mi hermano se quitó su vaquero y bajo sus bóxers, se puso de rodillas sobre la cara de la chica y se inclinó hasta que su boca alcanzó aquel chochito húmedo, mientras la chica introducía su polla en la boca. Era la primera vez que veía un 69 y aquello comenzó a ponerme cachonda. Aquello cuerpos moviéndose acompasados, con las dos lenguas trabajando a un tiempo, me provocaba una gran excitación por lo que tuve que quitarme el pantaloncito del pijama y en braguitas comencé a tocarme mi coñito suavemente. Después de aquello mi hermano se acostó en la cama y la chica comenzó a chupársela, tras unos lametones, se sentó sobre él y comenzó a cabalgarlo, mi hermano la sujetaba sobre las caderas. Yo por entonces comenzaba a meterme un par de dedos en el chocho, mientras la otra mano acariciabas mis tetas ya desnudas bajo el quicio de la puerta. Estar escondida, espiando a mi hermano, me excitaba muchísimo, tanto que inevitablemente se me escapó un suspiro, lo que me hizo abrir mis ojos y para mi sorpresa, observé a mi hermano mirándome. Me escondí tras la pared, aquel suspiro me había delatado, pero ver a mi hermano observándome me había provocado un escalofrío que recorrió todo mi cuerpo, al tiempo que sentí miedo por la reacción de mi hermano. Mi curiosidad, que era mayor que mi temor, me empujó a mirar otra vez a través de la abertura de la puerta, y mi hermano allí recostado, con aquella chica jadeándose al ritmo de los movimientos de su pelvis, seguía mirándome. Volví a apartarme y por un momento pensé que quizá él, al igual que yo, se había excitado viéndome. Así que volví a asomarme, y sin apartar mi mirada de los ojos de mi hermano me quité las braguitas y hundí mi mano en todo mi sexo. El placer que sentí fue intenso, al igual que mi hermano, que arqueó bruscamente su espalda al tiempo que cerraba los ojos. Volvió a abrirlos y a dirigir su mirada hacia a mí, un nuevo latigazo recorrió mi cuerpo, ahora metía mis dedos tan profundamente como podía. Mi hermano entonces se levantó y puso a la chica a cuatro patas sobre la cama, la cogió de las caderas y desde atrás comenzó a metérsela sin dejar de mirarme. Mis piernas apenas me permitían seguir de pie y tuve que agarrarme al marco de la puerta. Mi hermano comenzaba a jadear, y penetrarla a un ritmo más rápido, yo introducía mis dedos, siguiendo el ritmo en que el cuerpo de mi hermano golpeaba el culito de la chica. Los jadeos cada vez eran más fuertes y hasta que mi hermano se corrió, su mirada clavada en los ojos mientras se corría hizo que ya no aguantara más y también me corrí, mordiéndome el labio evitando soltar cualquier gemido que delatara mi presencia a la chica. Después de aquello cogí mi pijama del suelo y dirigí a mi habitación metiéndome en la cama lo más rápido posible. Al cabo de un tiempo mi hermano salió de la habitación con la chica, a la que llevó hasta el recibidor e imagino que despidió con un prolongado beso. Después volvió a su habitación, y pensé que iba a acostarse, pero de repente, se asomó bajo el quicio de mi puerta, llevaba mis braguitas en la mano, que había olvidado junto a su puerta, se las puso bajo la nariz y la olió con una profunda inspiración, sin duda, estaban mojadas, y había podido sentir el aroma de mi sexo, después las beso y suavemente las dejó sobre mi cama. Después desapareció tras la puerta. Aquella noche descubrí el placer de mirar sin ser vista, además de la excitación de sentir una mirada ajena sobre mi cuerpo mientras me masturbaba, sobre todo siendo la de mi hermano. No hacía mucho que había descubierto el sexo y, aún siendo una niña, comenzaba a ocupar un lugar muy importante en mi vida.